Por si todo eso no fuese lo suficientemente peculiar, lo que parece un chiste en los créditos iniciales - "una película presentada por USTED, financiada por SU BILLETERA, y producida por SU DINERO" - es verdad, porque se trata de una película de distribuición gratuita, y que se financia aún en base a donaciones y merchandising - que por hoy incluye las versiones en DVD originales de la película más el notable y liberado de derechos soundtrack, las que, dicho sea de paso, no son nada caras.
Pero cómo una película que así parece tan disparatada... ¿puede ser buena? Por supuesto, eso entra en el evidente y polémico mundo de las subjetividades y los gustos, pero, en mi opinión, sí, lo es. Y por eso la recomiendo.
No solo por los obvios elementos sui generis que, si todo va bien, la terminarán convirtiendo en una película de culto en poco tiempo, si no también por su originalidad y sus notables logros estéticos.
El lugar donde confluyen los ríos
Porque no deja de ser un valor que estos cuatro estilos narrativos y cuatro técnicas de animación confluyan en una sola línea. Es posible discutir hasta qué punto funciona tan bien esta osadía, pero la historia, de contarse, se cuenta. Y lo que es más importante, se cuenta con momentos de gran belleza e impacto estético.
Sita sings the Blues es una versión del poema épico hindú Ramayana - s.V A.deC. - , una versión bastante sesgada por las ideas revindicadoras de la femeneidad de la directora. El mero hecho de centrar su perspectiva en el personaje de Sita en lugar de en Rama, es una gran trasgresión al poema épico; Sita la esposa de Rama, héroe del poema original y séptima reencarnación de Vishnu, es decir, algo así como el Jesucristo de la religión hindú.
Esta historia - la de Sita - está contada, en primer lugar, por los mismos personajes, para lo cual la directora anima dibujos originales de la cultura hindú, sacados de alguna versión ilustrada (en el s. XVII) del Ramayana, logrando algunos cuadros de gran belleza, al reproducir y dar movimiento a estos dibujos.
Luego, utiliza el dudoso recurso de los narradores externos; tres títeres de sombra - que se utilizan en India proyectados contra una sábana - comentan, en jerga moderna y con evidente acento indi, lo que saben y lo que creen sobre la leyenda, aportando además algunos datos propios de las distintas y variadas versiones del poema. Estos narradores pueden ser muy divertidos, aunque, desde un punto de vista más severo, entorpecen algo el relato y hacen cierto ruido sobre el carácter mítico de éste. Aunque, por otro lado, aportan bastante a las posibles interpretaciones del mito y lo hacen más fácil de digerir.
La tercera estrategia es la que le da el nombre a la película. En animación flash, Sita canta blues. La autora tomó canciones interpretadas por Annette Hanshaw - una de las primeras voces femeninas del jazz blanco, en la década de los 20 - las puso en la boca de la heroína hindú y con ello musicalizó las acciones de la leyenda, con sorprendente criterio. Probablemente esta es la más arriesgada de las estrategias usadas, pero, por alguna razón, la calidad añejada de las grabaciones de la Hanshaw más la rigidez propia de la animación en flash, resaltan el contrapunto entre la lírica misma de las canciones y las acciones salvajes que vemos, por ejemplo, en la escena del rescate.
Pero quizás la que más alcances emocionales tiene es la última estrategia, a la que se recurre solo dos veces en toda la película: Primero en la introducción y luego en la fabulosa secuencia en que Sita salta al fuego. Esta animación tipo video-clip más la música original, este híbrido entre sonidos indios y modernos, exaltan la intensidad de los momentos que pasan tanto Sita como la propia autora cuando saltan al fuego por amor, todo sea por amor.
Y por supuesto, todo esto intercalado por la historia de rompimiento de Nina Paley, la autora, lo que también es una jugada riesgosa. Cuesta entender en un comienzo cuál es la necesidad de saltar de la India del siglo V antes de Cristo al San Francisco y el New York contemporáneo, y hasta molesta en algunos momentos. Pero todo confluye, con sobrecogedora honestidad por parte de Paley, en la secuencia del baile sobre el fuego. Muy reveladora es la imagen en la que vemos a estas dos versiones de Sita que se encuentran en el baile.
La muralla de occidente
Si bien, por un lado es un excelente experimento y una obra de belleza y originalidad, no podemos dejar de advertir que es una visión muy, pero muy sesgada de un mito fundacional, que la autora, a pesar de todas sus virtudes, acomodó para poder contar su propia historia. Lo peligroso de ésto es que no podemos limitar los alcances de éste que es uno de los poemas más importantes de toda una civilización, por mucho que en 85 minutos de película no se pueda contar todo. Desde cierto punto de vista, uno no puede evitar sentir que es una versión decafeinada para el público norteamericano.
Que no se malentienda, en 85 minutos es necesario acotar el relato y darle una perspectiva. Parte del valor de lo hecho por Paley es que hizo suya una historia escrita en una coordenadas espacio-temporales que nada tienen que ver con las nuestras. Pero no es de extrañar que los sectores más conservadores hayan intentado boicotear la película por considerarla irrespetuosa. Puede que sea una exageración, pero sí es cierto que los alcances del Ramayana son mucho mayores que los de Sita sings the Blues. Después de todo, es como si alguien intentara filmar el antiguo testamento.
La palabra de la mujer
Más de alguna vez me he visto en la interesante discusión sobre la existencia de una narrativa puramente femenina, sobre todo en el campo de lo audiovisual. Porque, es evidente, no son muchas las directoras de cine, y el relato cinematográfico industrial que más consumimos es, hay que decirlo, de una estructura absolutamente masculina.
Pero aquí hay un caso raro, que podríamos postular como exponente de la narrativa femenina en el cine. La diversidad de recursos narrativos y, a ratos, la disgreción en el relato pero sin perder el fondo, además de estas cinco estrategias de animación, la musicalización y, sobre todo, la inclusión extraña, pero efectiva, del testimonio de la propia autora, que con éste se apodera del poema, son estrategias que difícilmente tendrían cabida en un razonamiento más estructurado y esquemático, como lo es el masculino. La dispersión y la belleza, la búsqueda de lo estético, de aquello que es más eficiente para expresar aquello que yo siento, dejando en segundo o tercer plano de importancia su coherencia conceptual. Si no, no hay forma de explicar que Sita cante el blues de la Hanshaw, pero funciona. Comunica, transmite, logra su objetivo artístico.
Aunque podamos discutir los alcances del conjunto, Sita sings the Blues es una película que tiene momentos gloriosos, y que brilla precisamente por aquello en que flaquea; estas dispersiones y diversidades cansan, pero también la hacen una película difícil de repetir, y la convierten en un carnaval estético que es difícil de evadir, porque es muy atractivo en cada una de sus propuestas.
Además, es un relato para las mujeres - aunque sus implicancias pueden ser también universales - fruto de los sentimientos de solidaridad de género de su directora, quien probablemente no ha terminado aún de entender hasta dónde puede llegar su obra. Porque, la sutileza del final, cuando vemos a Vishnu cuidando de Lakshmi y no al revés, como vimos al principio, no solo es sesgar los alcances del poema original, si no también de la película misma. Porque, puede haber mucho de arquetipificación mítica, incluso en el Ramayana, pero todos, absolutamente todos, alguna vez nos sentimos como Sita, y solo queríamos cantar el Blues.
Sita sings the Blues
2009
Dirgida, escrita, producida y animada por: Nina Paley
Inspirada en el "Ramayana de Valmiki"
Reparto: Anne Hanshaw, Aseem Chhabra, Bhavana Nagulapally, Manish Acharya, Reena Shah, Debargo Sanyal
Música original: Todd Michaelsen