
Pero por alguna razón, hay mucha gente que no piensa lo mismo. El cine de Capra ha sido tildado infinitas veces de ingenuo, optimista, sensiblero o reduccionista. Puede ser su estilo, su predilección por personajes adorables y encantadores, destacando siempre su lado bueno lo que resulte chocante, o las fuertes convicciones del director plasmadas sin tapujo en sus películas, en las que, por ejemplo, nunca murió un personaje. Y hoy, es raro encontrar cine sin muertos.
Quizás sea que el mundo ha cambiado y ya no hay lugar en la industria para hombres como Frank Capra.
De hecho, es probable que el mundo de Capra haya cambiado entre entre 1941 y 1946.

Hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, Frank Capra era una super estrella en Hollywood. Se había anotado varios puntos para pasar a la historia, como ser el primer director en poner su nombre arriba del título de una película en la marquesina, relegando el de los actores. En 1935, "It happened one night" fue la primera película que ganó los cinco principales premios de la Academia (película, director, actor, actriz, guión). Años después, Capra se convirtió en el primer director en ganar tres Oscar, en 1939.
Ya entonces sus valores eran inconfundibles. Era un siciliano inmigrante que amaba Estados Unidos, que durante esa década era un país sumido en la crisis más profunda y sus ciudadanos en el pesimismo más negro.

En ese contexto, resulta fácil entender por qué sus películas eran tan populares. Todas se basaban en el principio que fundaba la nación norteamericana: ama a tu vecino. No se trataba de la misma sociedad estadounidense que conocemos hoy; al pasar por su peor momento, lo valores fundamentales eran más valiosos que nunca; la libertad de pensamiento, de expresión y de credo eran los pilares fundamentales de la hoy mucho más polémica democracia. Era una sociedad en la que el New Deal del presidente Roosevelt impulsaba la recuperación de, sobre todo, los más pobres; que todos tuvieran trabajo de nuevo.
Era una sociedad que necesitaba estar unida.
"John Doe"
En esa sociedad, Frank Capra hizo aparecer a sus personajes por primera vez; aquellos que luchaban desde abajo. Los "John Does". Probablemente es en esa película donde se sintetiza el carácter del protagonista de todas las películas fundamentales de Capra. El "John Doe", o "Juan Nadie", ese que es todos, que fue encarnado más veces por Jimmy Stewart que por el propio Gary Cooper, que es también el mismo en todas sus películas: Jefferson Smith en "Mr. Smith goes to Washington", Alice Sycamore y el abuelo Vanderhof en "You can't take it with you", John Willoughby en "Meet John Doe" y el más grande de todos ellos, George Bailey en "It's a wonderful life".

Esa es la tragedia del John Doe, descubrir de repente que es responsable de tanta gente, de TODA la gente. Es ese uno de los valores principales de Capra: tus acciones repercuten, por lo tanto, sé un buen vecino. Lo mágico de ese mensaje, que puede parecer muy moralizante, es que, al final, todos los personajes, hasta los más secundarios, son concientes de esa responsabilidad, y se sienten orgullosos de ella.

"Lost causes"
Lo que siempre me ha llamado la atención es como un director tan declaradamente norteamericano y reconocido en su propio medio por lo mismo, puede resultar tan marxista en sus planteamientos.

Es ese personaje el opositor perfecto del John Doe; gordo, millonario, amargado, trabajólico, de familia despreocupada, poco emocional, elegantemente corrupto, poderoso, ambicioso, y convencido de que puede comprar al John Doe, no importa cuál sea su precio.
Quedaba muy bien en tiempos de crisis, cuando era necesario odiar a alguien, echarle la culpa a los economistas del desastre del '29. Y además, siempre queda bien un enemigo común para unir al pueblo.

Porque es muy obvio, sobre todo en "Meet John Doe" e "It's wonderful life", que se quiere aludir a alguien más que también tuvo la misma lucha por el buen vecino y contra el poderoso; el primer John Doe, cuyo nacimiento se celebra en navidad.

Por rara que parezca esta frase, puede que sea una gran verdad, y una clave para terminar de entender la importancia de sus películas.
Está claro que podemos identificar la denuncia al interior contenida en los filmes; el claro alegato contra las instituciones, la corrupción y el capital, además del llamado a la unidad y a encarnar los valores que fundaron a tan rica nación, unificando a los inmigrantes de todo el mundo, que fueron a ese país a buscar la libertad añorada.

También podemos dejarnos llevar por el encanto de los personajes, de los diálogos y de las situaciones, aquello que induce a considerar, erróneamente en mi opinión, que Capra era ingenuo y sensiblero.
Pero lo cierto es esto: si existe el alegato es porque existe aquello contra lo que se alega. De forma muy lúcida, Capra hizo que el enemigo fuera siempre interior, parte de la misma sociedad que él integraba, y todo indica que era consciente de la existencia de los vicios que muestra en sus películas. Y que aún hoy nos parecen reconocibles.
Porque Capra, aunque era republicano, era sobre todo idealista, y nunca muy convencido de los "ismos", de los que incluso se burla en sus películas. En general, todos los ideologismos (capitalismo, comunismo, fascismo, nazismo), fueron criticados abiertamente por Capra, aunque siempre a través de la delicada cortina del humor.
Quizás la ironía del optimismo de sus películas sea el hecho de que el mismo Capra sabía que la sociedad iba por mal camino. De hecho, su mundo cambió radicalmente después de la Segunda Guerra Mundial.

Los valores cambiaron y ya no volvieron a ser los mismos. El buen vecino murió para dar paso al miedo y al mccarthismo. Y Capra lo experienció cuando "It's a wonderful life", la más bella y grandiosa de todas sus películas, fue un fracaso de taquilla en 1946. El mundo ya no era el mismo, y de cierta forma, ya no necesitaba a Frank Capra.
Los Taylors, los Nortons, los Potters y los Kirbys habían ganado.

Pero hay algo terriblemente inquietante en esta dicotomía entre el John Doe y su contraparte, el monstruo encarnado casi siempre por Edward Arnold. De alguna forma, es el mismo monstruo que denuncia otro señor muy lúcido. Orson Welles, en su inevitable "Citizen Kane" (1940), retrata sin mucho pudor a ese mismo ser, absorvido por el capital y corruptor del mundo que le rodea.
Y es el mismo ser que se ha repetido en uno y otro lugar a lo largo de la historia; el hijo predilencto del capitalismo: Berlusconi en Italia, Nixon y los Bush en Estados Unidos, y hoy, de forma preocupante, Piñera en Chile.

Hoy, cuando el vértigo es mayor que nunca, cuando acabamos de salir de una crisis económica que se caracterizó más por su paranoía colectiva que por otra cosa, cuando es más importante ser individuo y ser exitoso que ser un buen vecino, es necesario volver a ver a Capra, porque esos valores tan supuestamente norteamericanos, son valores básicos del convivencia entre seres humanos, porque vivimos en un mundo alienado por el dinero, y no nos damos cuenta de que siguen habiendo cosas más importantes que la plata.

Quizás las películas de Capra nunca dejaron de ser necesarias. Quizás por eso son patrimonio cultural de Estados Unidos. Quizás por eso siguen repitiendo año tras año "It's a wonderful life" en navidad. Quizás, después de todo, Capra es el único y real John Doe y, mirando desde arriba, nos sigue incitando a estar unidos, gritándonos a través de sus películas: "Wake up, John Doe; you're the hope of the world".
Películas más importantes
"It happened one night", 1934
"Mr. Deeds goes to town", 1936
"Lost Horizon", 1937
"You can't take it with you", 1938
"Mr. Smith goes to Washington", 1939
"Meet John Doe", 1941
"Arsenic and old lace", 1944
"It's a wonderful life", 1946