viernes, 17 de septiembre de 2010

Summer Wars

Lo mejor del cine es que es capaz de hacer confluir una serie de elementos tan dispersos y diversos en una sola línea y para el mismo (o los mismos) propósito(s). Mejor aún es cuando esos elementos, algunos de gran espesor conceptual, temático, antropológico, moral, social, se camuflan en el relato y pasan absolutamente desapercibidos. Y sin embargo siguen ahí, y siguen pesando lo mismo, y en los mejores casos, la historia y el relato se las ingenian para que ese fondo denso y espeso llegue de todas formas al espectador, sin que éste se de necesariamente cuenta.

Para no interrumpir esta seguidilla de cine oriental, "Summer Wars" es la segunda película del director japonés Mamoru Hosoda, a quien le han adjudicado el discutible epíteto del próximo Miyazaki. Sin embargo, con solo dos películas ya ha logrado convertirse en un autor para tener en cuenta.

Una de samurais

Como se puede ver en los dos afiches promocionales de la película, Summer Wars transcurre en dos mundos: El real y el virtual, aunque ambos están profundamente vinculados y todo lo que ocurre en uno tiene consecuencias en el otro. OZ es el "antojadizo" nombre de este mundo virtual, que es una especie de cruza entre Facebook e internet mismo, donde cada usuario se mueve con total libertad a través de un avatar, la representación virtual de cada persona, diseñada a la pinta de uno.

Y el otro mundo es el Japón en la actualidad, con todo lo que implica.

Nuestro héroe es Kenji, un chico cuya única habilidad es su talento innato para la matemáticas, que lo llevó a representar a su país en una competencia internacional. Como es de esperar, pasará el verano trabajando part-time en una pequeña habitación y frente al computador, en el enorme sistema de seguridad de OZ. Eso, hasta que Natsuki, la chica más linda del colegio, lo contrata para hacerse pasar por su novio por el fin de semana, en que se celebrará el cumpleaños 90 de su abuela. La cosa se pone realmente interesante cuando Kenji descubre que Natsuki es descendiente de una antigua familia de samurais, que por cierto es bastante amplia y donde las mujeres llevan las de mandar.

El conflicto empieza cuando, por error, ingenuidad o casualidad, Kenji permite que una Inteligencia Artificial absorba su avatar, y con él empiece a causar daño sistemático y grave en OZ - siempre repercutiendo en la vida real: interviniendo los semáforos, los sistemas de iluminación, alcantarillado, alarmas y cualquier cosa que esté conectada por red, lo que en Japón es prácticamente todo.
A priori, si uno junta estos dos elementos - dinastías samurai y ciencia-ficción informática - se podría pensar que nada bueno puede salir de esa cruza. Y sin embargo, Summer Wars se las ingenia para hacer confluir eso, precisamente cuidando de los énfasis con los que trata cada tema.
Como buen cine de género, el principal foco está puesto en la acción, en los personajes, en la empatía que pueden generar las urgencias, que cada vez son mayores, mientras el fondo permanece más bien en segundo plano, aunque haciendo permanentes y seductores guiños. En ese sentido, que la estructura argumental parezca cliché tiene más de una razón de ser. Que el protagonista sea un hijo de vecino inmerso en un mundo de nobles y antiguos samurais, que la matriarca le confíe el bien estar de su nieta-princesa y que el hijo pródigo-traidor sea el responsable del peligro que acecha a todos además del único capaz de reparar el daño son todos conflictos tipo en todas partes, pero muy comunes en las historias y leyendas propias de los japoneses, que adoran los cuentos de samurais. Dicho de otra forma, son historias arquetípicas, y bien aplicadas funcionan donde sean (de hecho, visto detenidamente, la estructura de la historia es muy similar a la de Kagemusha, del gran Akira Kurosawa).
Pero más allá de eso, lo interesante de Summer Wars es la confluencia apacible y casi invisible de estos dos mundos. Porque esta familia samurai debe enfrentarse a esta amenaza cibernética. Aunque suena descabellado, hay un truco en todo esto. Los miembros de la familia ya no son los míticos guerreros de sable y armadura; son bomberos, doctores, policías, pescadores, comerciantes, soldados... en fin, miembros comunes de la sociedad japonesa, aunque con los contactos que uno podría esperar de una familia bien posicionada. Pero siendo así, resultan mucho más accesibles a nuestra empatía y a nuestra capacidad de identificación, además porque son todos muy simpáticos. Lo que realmente los destaca es que, a pesar de todo, esta familia mantiene a toda costa su sentido del honor y del deber tradicional de los caballeros nipones; conservan intacto el espíritu y los valores de los samurai.
Esto es importantísimo a la hora de enfrentar a este nuevo enemigo, que amenaza con la estabilidad del mundo entero, pero que se trata de algo muy concreto y contingente: internet como una forma de alienación y la dependencia de nuestra sociedad de la tecnología. Es cierto que OZ aparece como un lugar muy amigable, lindo, tierno y divertido, donde además podemos plasmar una parte de nuestra personalidad, pero la paradoja es que todo el daño causado en este lugar que no existe, repercute en la vida real, causando daño ya no a los avatares virtuales de los usuarios, si no los cuerpos físicos de éstos. Y no podemos dejar de considerar que todo el conflicto nace de un experimento militar norteamericano; esto puede dar cabida a muchas interpretaciones, pero, aunque no hay una evidente demonización de internet ni de la tecnología, si da la sensación de que el mensaje llama a tomar conciencia de la ambigüedad de los mundos virtuales.
Por otro lado, el mensaje más potente que se puede extraer no es aleccionador sino moral. Como es común en las historias japonesas, el principal conflicto de fondo no es samurais vs internet, sino tradición vs modernidad. Este tema por sí solo da para un ensayo de gran extensión (que está en desarrollo en este momento), pero es lo que hay de fondo en la mayoría de los relatos contemporáneos del Japón, siendo este país quizás el principal productor de relatos del mundo, junto con Estados Unidos. La novedad de Summer Wars es que esta oposición se resuelve de forma amistosa; es posible convivir con la tradición y la modernidad, aunque ello requiera de un proceso traumático que permita reafirmar ciertos valores. Ahora, mientras la mayoría de las películas se tratan de ese proceso traumático, en Summer Wars eso parte resuelto, y lo siguiente es contar la historia de cómo el samurai contemporáneo se enfrenta a aquello que amenaza a la modernidad y no a la modernidad misma. Y por supuesto, la historia de Kenji es la historia del campesino que se convierte en guerrero y adquiere sus valores e ideales, historia que también ha sido contada mil veces y seguirá siéndolo.
Probablemente Summer Wars no sea una obra maestra, pero sí resulta una película muy interesante por lo temas que propone y también por otra razón mucho más simple, pero muy importante: es muy entretenida. Si bien es difícil catalogarla dentro de un género específico, su estructura argumental es de manual, al igual que la construcción de los personajes y el tratamiento que se les da - a todos; la tropa de personajes secundarios que resulta ser la familia de Natsuki, son todos encantadores y añorables, al punto de desear pertenecer a una clan como ese.
Con la reciente (y lamentable) muerte de Satoshi Kon y el eventual (y postergado) retiro del gran Hayao Miyazaki, podría ser perfectamente Mamoru Hosoda quien tome el testimonio y continúe la carrera. Aunque solo con dos películas en su autoría (dirigió también Digimon, pero no se podría decir que sea su "autor"), ambas dan para pensar en un futuro alentador, tanto por el tratamiento estético, los temas que propone de fondo y sobre todo por ese gustillo por la ciencia ficción y la cibernética, pero que no recurre a los mechas ni a los monstruos que tanto abundan en el manga y el animé japonés; Hasta ahora, Hosoda ha demostrado un gran amor por sus personajes y por su desarrollo, y en eso, hay que reconocer que se parece a Miyazaki. Y cómo no va a ser esperanzador.
Summer Wars


Japón
2009


Dirección: Mamoru Hosoda
Guión: Satoku Okudera
Estudio/Productora: Madhouse
Producción: Takuya Itô, Yuichiro Sato, Nozomu Takahashi, Takafumi Watanabe
Música Original: Akihiko Matsumoto
Edición: Shigeru Nishiyama

4 comentarios:

  1. Interesante analisis
    para japón el tema post segunda guerra es una marca que aun no pueden borrar aunque eso aparenten.
    Yo vi Digimon cuando era chico, era una cosa rarisima pero muy experimental y creo que me gustó ese ciberpunk (sub genero del ci fi que incluye aventuras en el mundo virtual por decirlo de una forma muy simple) solo por eso.


    pd: lindo fondo ;)

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  2. en realidad, el tema en japón viene de antes; de mediados del s.XIX con las guerras bouzhin y la restauración meiji, con tres grandes reformas (entre otras): la instauración de la economía de mercado, la apertura a las relaciones con el exterior y la abolición de las viejas clases sociales, todo, por supuesto, bajo el alero de los colonizadores norteamericanos.
    a mi entender, ese proceso culminó con la segunda guerra y el bombazo, y desde entonces los japoneses reflexionan profundamente sobre todo el periodo entre 1860 y 1945. no son ni 100 años, pero se produjeron tantos cambios tan drásticos que es como para dejar traumado a cualquiera.

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  3. Yo vi las dos, tanto Kagemusha como Summer wars y no me parece que haya mucha relación, como sea, me gustó tu crítica! 10 puntos!

    Saludos!

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  4. Muy buena crítica, y buen analísis, comparto tu opinión, es una gran cinta.

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